Hay gente que teme las tormentas, a mi, me sucede todo lo
contrario, Me encantan! Sobretodo en verano, cuando una
tarde de calor sofocante parece incomodar la siesta de un Eolo que enojado, se
despierta provocando una pequeña ventisca y en apenas un instante, sin
tiempo a reaccionar, el día se vuelve noche y la lluvia cae inmisericorde sobre
las flores de los balcones de la plaza de cualquier pueblo o las cabezas de los
despistados transeúntes que corren a guarecerse bajo los soportales, asustados
por la rotundidad de los truenos y la violencia de los relámpagos pero
pasa, y el sol vuelve a salir y la gente regresa a las terrazas y en el
ambiente queda un olor a tierra mojada que yo guardaría en un frasco como una preciada
esencia.
TORMENTA
Cuando el agua esperábamos ansiosos,
una nube de polvo cubrió el cielo.
Cuando el agua esperábamos ansiosos,
una nube de polvo cubrió el cielo.
Fue Inútil cerrar puertas y ventanas:
nos invadió los hondos aposentos,
cubrió maderas, apagó cristales,
cayó sobre mis libros y cuadernos,
fue crujido gris entre los dientes
y ceniza fugaz en los cabellos.
El limpio patio se llenó de tierra,
de hojas, de plumas, de papeles viejos,
cantaron el vuelo unas palomas
y se encrespó ruidoso el gallinero.
¡Qué lástima me dio la madreselva
zarandeada, rota, por el viento,
y mi sillón de voluptuosos mimbres
derribado de bruces en el suelo!
Pero brilló un relámpago de pronto,
estalló un largo trueno,
y veraniegas, numulares gotas
se abrieron paso por el sucio velo.
Y en seguida la lluvia
empezó a resonar sobre los techos.
Fue entonces un cerrar y abrir de puertas,
un respirar con los pulmones plenos,
un poner tinas bajo de los caños
que un chorro daban argentino y trémulo,
sacar las plantas de los corredores,
diosmas, jazmines, tímidos helechos,
y un gozo de cepillos y de escobas
guiando las aguas hacia el sumidero.
Igual cosa que hacían los de al lado,
y los de enfrente, y casi todo el pueblo.
nos invadió los hondos aposentos,
cubrió maderas, apagó cristales,
cayó sobre mis libros y cuadernos,
fue crujido gris entre los dientes
y ceniza fugaz en los cabellos.
El limpio patio se llenó de tierra,
de hojas, de plumas, de papeles viejos,
cantaron el vuelo unas palomas
y se encrespó ruidoso el gallinero.
¡Qué lástima me dio la madreselva
zarandeada, rota, por el viento,
y mi sillón de voluptuosos mimbres
derribado de bruces en el suelo!
Pero brilló un relámpago de pronto,
estalló un largo trueno,
y veraniegas, numulares gotas
se abrieron paso por el sucio velo.
Y en seguida la lluvia
empezó a resonar sobre los techos.
Fue entonces un cerrar y abrir de puertas,
un respirar con los pulmones plenos,
un poner tinas bajo de los caños
que un chorro daban argentino y trémulo,
sacar las plantas de los corredores,
diosmas, jazmines, tímidos helechos,
y un gozo de cepillos y de escobas
guiando las aguas hacia el sumidero.
Igual cosa que hacían los de al lado,
y los de enfrente, y casi todo el pueblo.
Ahora todo es frescura y poderío,
el mármol brilla, el bronce echa reflejos,
los mosaicos parecen de oro puro,
el paraíso tiene un verde nuevo,
y en el umbral sentado de mi casa
miro sencillamente el universo.
el mármol brilla, el bronce echa reflejos,
los mosaicos parecen de oro puro,
el paraíso tiene un verde nuevo,
y en el umbral sentado de mi casa
miro sencillamente el universo.
Baldomero F. Moreno
2 comentarios:
Que bonita...la verdad que echo de menos tu etapa poética. Entonces nos mandabas poesías los lunes por la mañana, y hombre! así daba gusto empezar la semana.
Gracias y besos,
Soniapt
Sí, enviaba una poesia y un cuadro a aquellos que respondian a viernes. Se ve que tu, como ahora siempre comentabas algo. :-) El lunes te enviaré una poesía pues.
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