Bajo el mar

No había vuelto a bucear desde que tenía diez años y me sumergía entre rocas en Arminza con la esperanza de ver algún pulpo despistado y a las anémonas que me saludaban con sus pelillos verdes y granates. El musgo sobre las rocas parecía barnizado. Me gustaba adentrarme aleteando en la bahía; era como alejarse del mundo para observarlo desde fuera.
La siguiente vez que volví a a abrir los ojos debajo del agua fue casi dos décadas después, en la costa oeste de Bali. La espuma blanca sobre el mar presagiaba arrecifes casi en la superficie. A sólo unos escasos metros de la playa se erguían caprichosas formas surrealistas sobre el fondo marino. Corales con forma de hongos, de árboles, de maraña, y todos los colores del arco-iris entremezclados y resaltados por los rayos de sol que se filtraban. Bandadas de peces jugaban al escondite: nubes azules con listones amarillos, algodones verdes y rosas. Pensábamos quedarnos dos días y al final estuvimos una semana en Amed. Buceamos hasta que nos quedamos sin huellas digitales.
Desde entonces siempre he buscado viajes de verano en los que mis gafas y aletas puedan acompañarme en la maleta. Grecia, Turquía, Menorca, Méjico, Saint Vincent. Peces payaso, cerdo, loro, globo, luna. Todos tan diferentes. La majestuosidad de las mantas águila batiendo con desdén mientras se alejan. Los lenguados que ocultan sus ojos alelados bajo la arena. Las serpientes marrones con pecas amarillas que acarician el fondo. Tortugas, morenas, caballitos de mar. Arañas, langostas, estrellas de mar. Los peces aguja se mofan de nosotros desde su postura incongruente. Barcos hundidos que nos hablan de momentos detenidos. Barracudas. Sepias. Partículas supendidas brillantes. Árboles con ramas poliédricas que tililan un código morse inteligible sólo para criaturas con branquias. Tiburones que dormitan bajo bolas de lava, lanzando miradas furtivas que hielan hasta el nitrógeno de nuestros tanques. Verte rodeado por una espiral de peces de plata que te envuelve y cambia de dirección en función de tus movimientos.
Cuando te sumerges debajo del agua, las formas que vislumbrabas desde la superficie cobran nitidez, los colores viveza y tu mente comienza a evadirse. Estás flotando. Puedes ver aunque te encuentras en un medio extraño, y los sonidos ayudan a recrear esa sensación. Primero un pitido agudo que parece provenir de la parte posterior de tu cerebro y luego un ruido sordo. Yo creo que es el murmullo del mar.
"Si eres hijo de la aventura, como imagino, también serás un enfermo de la imaginación" (Luis Sepúlveda)
Verita

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