ULM: Costa Nova do Prado. Portugal.

Cuando Amparo me propuso hablar sobre algún rincón en el mundo la verdad es que me puso en un pequeño aprieto. No resulta fácil hacer una selección de un lugar y mucho menos recomendarlo ya que, creo, cada uno de nosotros encontramos en cada sitio diferente algo distinto y si bien podemos coincidir en la grandeza, belleza o fealdad de un determinado lugar, lo cierto es que resulta difícil que en un mismo enclave todos experimentemos esa sensación de placer que para nosotros lo hace único.

Partiendo de esta dificultad y para solventar el compromiso pensé en algún sitio al cual me gustaría volver y no me costó mucho dar con él. Enseguida me vino a la cabeza un rinconcito de Portugal al que Ana y yo le tenemos especial cariño: Costa Nova do Prado. Cada verano nos escapamos allí y no porque sea un lugar al cual pudiéramos calificar de forma superlativa sino porque, muy al contrario, se conforma con tener el encanto de las pequeñas cosas. Costa Nova tiene el encanto de ser un pequeño pueblo de pescadores que, habilitado para el turismo, no ha permitido la entrada de grandes edificaciones, bastándole con prestar a quienes allí se refugian sus tradicionales casas de madera pintadas con rallas de colores. Costa Nova tiene el encanto de ofrecer a sus visitantes una playa tranquila, alejada de aglomeraciones, en la que se produce una sabia combinación entre un mar fuerte, el viento y los ecos brasileños del bar de la playa. Costa Nova tiene el encanto de asomarse a la ría que la convierte en istmo, donde los barcos de pesca o recreo conviven con los tradicionales moliceiros, barcas con proas muy coloristas que recogen el moliço ( algas ). Costa Nova tiene el encanto de ofrecer una rica gastronomía marinera en la que junto a una gran variedad de pescado incluye platos tan típicos como la caldeirada de enguías ( anguilas) o de marisco, las enguías en escabeche, o la espetada de meixilhoes ( brochetas de mejillón) entre otros. Costa Nova, en fin, tiene el encanto de hacer que nos sintamos bien y al menos, para mí, eso es lo que lo convierte en un buen rincón en el mundo.
Nota: Costa Nova no tiene apenas alojamientos por lo que quienes se decidan a conocer la zona deberán dormir en Aveiro, a cinco kilómetros, lo cual, por otra parte, supone una ventaja ya que permite al visitante conocer esta demacrada “Venecia portuguesa” que, en mi opinión, merece la pena.
Alfredo

1 comentario:

Javier San José dijo...

Precioso y aquí al lado!!