nº 45 viernes.11 de julio de 2003

Nueva Orleans es la ciudad de la música y el mestizaje. Su pasado colonial ha dejado huella no sólo en la arquitectura sino en su identidad, convirtiéndola en una ciudad única, distinta y personalísima. Una ciudad abierta y alegre a la que nos acerca Paloma desde el sentimiento para hacernos cómplices de su experiencia y los atractivos de la ciudad en un texto sincero, pasional y brillante.

NEW ORLEANS. PUNTO Y APARTE.

Con este título resumo lo que para mi significó está ciudad, un antes y un después, personal y profesionalmente. Elegirla fue la mejor confusión que he tenido nunca (a veces una gran confusión, vale más que mil aciertos, ejem...).Ante está ciudad especialmente bella y espectacularmente seductora, lo mejor es rendirse ante sus encantos desde el primer momento. Sus días te envuelven con aromas mestizos y tropicales. Sus noches te susurran amor. Sus calles te atrapan entre sus entrañas. Es apasionada y embriagadora. Étnica y afrancesada, con suave aroma español y aderezo centroamericano.En N.O. todo es magia, arte y sensualidad. Su hermosa arquitectura -especialmente el French Quarter-, su gastronomía criolla, su música -el jazz y el maravilloso sonido del saxo por sus calles y antros nocturnos-, su clima -con sus torrenciales lluvias, su sol, la aplastante humedad que te hace casi transparente-, su río -el famoso Mississippi, tan romántico como traidor-.Resulta una delicia tomar el tranvía de madera que atraviesa de norte a sur la ciudad y te permite ver la riqueza de las mansiones coloniales residencia de gringos pudientes, bajarte en Bourbon Street y pasear por las calles del French Quarter, con sus cafés, anticuarios y galerías de arte. Recuerdo especialmente, los cafeolé de las calurosas tardes en la terraza del Café Du Monde o los hurricane (cocktail tipo bomba) de las noches de Pat O´Brien. Nada como relajarse escuchando jazz en petit comité, silencio sepulcral y sentado en el suelo de la sala Preservation Hall; o colarte en los conciertos de la canta autora Marva Right, en su templo de Tipitina´s y amenizarlos con la tipycal Budweisser o Miller.No puedo obviar que en N.O, más que pasear, es habitual correr ... para cobijarte (en el mejor de los casos, bajo sus maravillosos balcones enrejados) de la tromba de agua que te cae de repente, sin la menor sospecha de que tal cosa fuera a ocurrir.Otra opción, no menos interesante aunque menos glamourosa y un poquito más peligrosa, es adentrarse en el New Orleáns profundo. Ese que no sale en las fotos. Se puede coger el llamado bus de los negros y atravesar los barrios marginales ("un riesgo para tu integriadad física" según se decía en determinados círculos) o ver un auténtico gospel y presenciar, en vivo y en directo, como se desata la apasionada espiritualidad de algunos afroamericanos. En estas zonas abunda la pobreza y la suciedad. Casas destartaladas, cristales rotos, ventanas y fachadas despintadas, basura sin recoger, césped sin regar. Niños con harapos, niñas madre, pandillas callejeras.N.O.tambien es trágedia y violencia. Tiene su propia leyenda negra, doble moral, hipocresía a raudales, racismo encastrado, drogas y alcohol.Hace diez años ya de todo aquello. No he vuelto desde entonces. De hecho, no estoy segura de querer volver. Creo que hay una canción de Ana Belén que dice algo al respecto "...al lugar dónde has sido feliz...". Punto y final.
MPalomaFN

1 comentario:

ana dijo...

Me encanta!!!