Uno viaja para conocer, para alejarse de si mismo, para enamorarse, porque como dice Egito Gonçalves en un poema:
"un té, una flor, un paisaje,
una sandía abierta
desaparecen en la sombra
si no hay un rostro que les dé sentido".
Para encontrarse y para perderse en cada recodo del camino. Para saber que podía haber sido otro, para darse cuenta de que aún está a tiempo de serlo. Aunque dé pereza. Aunque ya parezca tarde para todo, salvo para abandonarse al paisaje y a la conversación en una ciudad ajena, en una lengua distinta, en una vida de nuevo inventada...
Martín López Vega
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