La ciudad de los canales

Desde luego, si me preguntáis, diré que es la ciudad romántica por excelencia. La primera impresión que causa al visitante es la de una ciudad absolutamente decadente, sin embargo, es ahí realmente donde reside su belleza; solo el cavilar cómo han podido resistir el paso de los siglos las construcciones que hay en las más de 100 islas bajas, unidas únicamente por puentes, en medio de una laguna de fango, me produce escalofrío. Es curioso pero, a pesar de las veces que he visitado la ciudad, siempre es la misma percepción: calma y serenidad, en gran parte debido (junto a su grandiosa belleza) a que el ruido de los coches desaparece, dejando vía libre a los "vaporetti" o al paso del viandante como únicas alternativas para explorar la ciudad. Verdaderamente parece que el tiempo se detiene en Venecia. Dos son los lugares de obligada visita y mayor orgullo de la Sereníssima, enclavados en la plaza de San Marcos: La Basílica (sombría, misteriosa, con sus brillantes mosaicos y pan de oro) y el Palacio Ducal (sede del gobierno de La República, Palacio de Justicia y residencia del dux). Pasear por esta "piazza", incluso cuando las altas mareas la inundan, resulta impactante.
Lo espectacular de Venecia es que mires donde mires hay arte. El barrio de Rialto, Santa Maria de la Salute (construida en memoria del fin de la peste de 1630), Sta. María Gloriosa de Frari, la Scuola Grande di San Rocco (cuya decoración de paredes y techos realizó Tintoretto), el Puente de los Suspiros (por donde cruzaban los reos conducidos a los calabozos del Palacio Ducal). Pero si hermoso resulta su interior, igualmente fascinante lo es perderse por sus numerosas y estrechas callejuelas o simplemente sentarse en un banco para gozar de la panorámica.
Marta Cruz

Venecia
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1 comentario:

Anónimo dijo...

vaya!!! qué de recuerdos...!!!!! :-)) MARTA CRUZ