Erri de Luca.
Editorial Seix Barral
Tuve noticia de este libro y de su autor a través de una
entrevista que le hacían en Babelia, el suplemento de cultura de El País. Me
atrajo la personalidad de Erri de Luca, así como su peripecia vital. Este
hombre pasó buena parte de su vida trabajando en una fábrica, desenvolviéndose
en un entorno muy ajeno al literario. Al parecer también ha estado muy
comprometido con el movimiento sindical italiano. En la entrevista citada nos
explica cómo fue su acercamiento a la literatura, cómo alguien cercano
descubrió su talento y a partir de ahí se planteó el vivir de ello, algo que no
ocurrió hasta unos años después. Es decir, simultaneaba su trabajo en la
fábrica con su incipiente carrera literaria. Sólo por esto ya merece la pena
acercarse a conocer al autor y a su libro, hoy en día todos anhelamos el éxito
fácil y personajes así se convierten en rara avis.
El libro es una hermosura. Al parecer tiene fuertes tintes
autobiográficos, y en él se nos narra de forma poética la llegada a la
adolescencia de un chico napolitano. Es, más bien, el descubrimiento de la vida
lo que le sucede: comienza a trabajar de aprendiz junto a dos artesanos que no
sólo le enseñan un oficio sino algo más. A través de la convivencia diaria con
ellos se asoma a la madurez, al amor, al respeto a los demás, al afecto a las
personas y a los objetos. Surgen otros personajes que van marcando al
protagonista: sus padres, el casero, una muchacha de la que se enamora y de cuya
mano descubre el placer, la emoción adolescente de ser amado... Y no menos
importancia tiene en el relato el lugar donde se desarrolla. Se trata del
Nápoles profundo, el sur del sur, un lugar marcado por una vitalidad que se
escapa entre sus calles, sus terrazas, sus noches, sus ritos ancestrales, sus
supersticiones.
Todo esto y mucho más fui encontrando en el relato de De
Luca, en ese Montedidio que no en vano significa Monte de Dios. El libro está
escrito como si cada página fuera un brochazo de poesía, así que merece ser
leído como si poesía fuera, poco a poco, unas páginas cada día.
Fernando
Fernando
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