nº 77 viernes. 26 de marzo de 2004

Dice Armistead Maupin en Historias de San Francisco que en esta ciudad es fácil dejar el corazón. Quizá por ello mucha gente, afortunadamente no todos, de los que fueron a pasar una temporada, se quedaron para siempre atrapados entre sus calles empinadas, enamorados del encanto de su bahía, de su mezcla de estilos arquitectónicos y de la sensación de no sentirse extraños en una ciudad en la que tienen cabida todos los grupos y todas las etnias.
LAS TENTACIONES DE SAN FRANCISCO
La bahía impregna de niebla toda la ciudad. Pero a medida que el día avanza, va quedando al descubierto una encrucijada de contrastes coronada por el símbolo de la ciudad: el puente Golden Gate, la puerta dorada.
Magnética, bella y cosmopolita, San Francisco se ha ganado a pulso el calificativo de ciudad del pecado. Negocios millonarios, lujo y oropeles conviven estrechamente con los más variados señuelos para provocar las pasiones. La mala fama jadea en sus laderas y por sus calles circula un tranvía llamado deseo. Pero a pesar de que tantos nombres parecen haber domado estas colinas de Babel, San Francisco aún oculta entre sus nieblas los secretos de un espíritu rebelde, capaz de vibrar como sólo lo hacen los indomables.
Ana G. Vitienes

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