nº 72 viernes. 20 de febrero de 2004

Con un fin de semana frío y lluvioso en el horizonte, (esperemos que se equivoque el hombre del tiempo porque aquí hoy luce un sol increíble), parecía obligado escaparse por un ratito a uno de esos lugares cuyo nombre sugiere todo tipo de fantasías y que es considerado no un jardín del edén metafórico, sino el verdadero lugar dónde Adán y Eva vivieron antes de ser expulsados.
SEYCHELLES, LAS ISLAS DEL EDÉN
A unos 1.600 kms al este de Zanzíbar, el sol dorado pende sobre una playa conocida con el maravilloso nombre de Anse Source d´Argent. Nadie sabe por qué se denomina así, ni tampoco importa. La playa es un creciente de arena blanca con palmeras y árboles tamaka, delimitada en sus extremos por grandes bloques de granito extrañamente erosionados.
Una mañana, mis amigos y yo subimos a las bicicletas y cruzamos la espina dorsal de la isla para ir a la zona este. Nos detenemos en un pequeño café dónde un muchacho abre dos cocos para nosotros. Compartimos su leche, y caminamos hacia el norte por los rocosos promontorios hasta el arco de playas de Anse Cocos. En la arena sólo se ven la huellas de un solitario aguzanieve. Isabelle y Michel se tumban a descansar, y Antoine se va a buscar conchas, mientras yo camino por la orilla con Maite. Encontramos un barco del que sólo quedan las costillas, y un anciano que revisa sus trampas para pescar. Con un movimiento de cabeza, nos dice que no hay nada para él esta mañana. Mientras hablamos, el oleaje sube hasta nuestras piernas, y luego nos golpea los tobillos mientras se aleja. ¿Cuantas formas hay de decir perfecto?.
Mel White

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