Lo mejor de "viernes" es que al espíritu viajero
de nuestros lectores/reporteros se une su distinta procedencia lo que nos
permite abarcar un espacio geográfico muy importante. MariaJo ejerce de
cacereña en Madrid así que hoy nos vamos a Guadalupe en la primera incursión de
esta sección en tierras extremeñas.
Guadalupe
Hay un lugar en el mundo, que merece la pena visitar y
saborear sin prisas, es un pequeño pueblecito en Cáceres, su nombre, Guadalupe,
está ubicado en la Sierra de las Villuercas.
Cuando llegamos a la plaza, nos recibe la imponente fachada
de la Basílica de Santa María de Guadalupe existiendo a ambos lados de ella
dos torres de piedra: la de Santa Ana construida en el siglo XV y la de la
portería edificada en el siglo XIV. Un gran rosetón gótico-mudéjar nos invita a
entrar en el templo a través de la puerta principal de bronce, tallada por el
maestro Pablo de Colonia a finales del siglo XIV con escenas de la vida de
Cristo y de María.
Merece la pena pasar un fin de semana en el pueblo donde
encontrareis distintas alternativas para dormir, de las que destaco:
La Hospedería del Monasterio
Actualmente está establecida en el amplio recinto del
Claustro gótico, pieza del siglo XVI, restaurada con acierto y ornamentada con
tres órdenes de arcos, sobresaliendo por su belleza en calados y otros motivos
decorativos los del piso principal o segunda planta. Las galerías de este
claustro son esbeltas y acogedoras, en ellas se entretienen en juegos de
hermosura la elegancia del flamígero y la humildad del mudéjar, en admirable
combinación de estilos.
Parador Nacional
Hospital de San Juan Bautista donde se alojaban los
peregrinos que iban a adorar a la virgen negra de Guadalupe, santuario de
devoción de toda Extremadura vinculado por su historia a la conquista de
América. Edificado en el siglo XVI, durante el reinado de los Reyes Católicos,
se convirtió en el escenario de la primera disección de un cuerpo humano.
Transformado en 1965 en un parador de turismo con el nombre del célebre pintor
de monjes y santos, sus muros acogen hoy a los viajeros motorizados que llegan
con la sana intención de admirar el paisaje y la arquitectura sublime del
monasterio. Las habitaciones presentan un generoso equipamiento y su decoración
luce un tono inmejorable marcado por el carácter y la historia del edificio.
Visten un mobiliario castellano pintado de colores, verdes y pardos, a juego
con las telas de las cortinas, las camas y las tapicerías de los sofás. Los
cuartos de baño han sido realizados en mármol y estuco con azulejos adornados
con cenefas verdes. Todas las estancias se asoman al patio interior adoquinado
y cuajado de naranjos. Los salones de estar, con sillones de cuero gastado,
resultan algo anticuados. El establecimiento no disfruta del empaque del
monasterio aunque cautiva por sus paredes blancas y sus chimeneas salientes del
tejado de álabes rojos. En verano, las mesas del comedor se sacan a la terraza
para que los huéspedes puedan comer, beber y respirar a pleno pulmón. También
el jardín trasero con piscina y vistas al monasterio resulta muy agradable en
verano. Una miriada de pájaros, habitantes de los árboles, asegura la animación
musical durante todo el día.
Para comer, además de la afamada carta de la Hospedería del
Monasterio dirigida por el monje Fray Juan tenéis en la plaza varios bares
típicos donde podéis degustar tapas de morcilla, y bacalao o quesos de la
tierra.
MariaJo
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