La aparición del telescopio y la osadía de Galileo Galilei al apuntarlo hacia los cielos abrieron a la humanidad un nuevo espectáculo. Despues ninguna otra ciencia ha puesto tanta belleza al alcance del hombre. La noche repentina que cae en pleno día durante la totalidad de un eclipse, el hechizo de los anillos de Saturno a través del ocular del telescopio, la miriada de soles nocturnos que pueblan la morada galáctica que es para nosotros la Vía Láctea y las lluvias de estrellas fugaces, como las de las Persiadas, hipnotizan a la humanidad cada vez que mira hacia el cosmos de la mano de la astronomía, que es la única disciplina científica que comparte su actividad con la de millones de aficionados que han sucumbido a la magia del firmamento.
Luis G. Martín
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