nº 32 viernes. 4 de abril de 2003

En medio del desierto egipcio, a orillas del lago Nasser y en el más absoluto vacío se encuentra Abu Simbel, dónde cuatro colosos esculpidos en la roca con el rostro de Ramsés II hacen guardia del templo consagrado a este faraón y son vecinos del más modesto templo dedicado a la reina Hator. Allí, hace ya algún tiempo, sentada en la arena a la caída del sol en un momento mágico, compartiendo tabaco y conversación con nuestro guía y unos amigos circunstanciales, el primero nos confesó que el sueño de un niño egipcio es visitar España. Seguramente tal afirmación obedecía al afán por agradar, tan típico en un pueblo acostumbrado a tratar con "turistas", lo que si me quedó claro ese día, fue, que para aquellos que ya hemos estado allí, nuestro "gran sueño" es volver.

No hay comentarios: