El desierto. El crepúsculo. A esta hora el horizonte es concreto, nítido. Teñido de oro, luego de rojo y despues de rosa incandescente. La gran bola de fuego se desliza lentamente. Y lentamente tambien, el horizonte desaparece. El cielo y la tierra se unen y una ligera brisa remodela las dunas. Los espejismos, esas llamaradas de aire transparente que de día cubren con velos misteriosos mundos inexistentes, son ahora suaves olas de partículas de arena. Poco a poco, la brisa se transforma en ligero viento. Pero el oído no capta su paso. La paz es envolvente. El cielo se vuelve azul oscuro. Un cuarto creciente de luna basta para iluminar cientos de pequeñas estrellas suspendidas. Todo, las dunas onduladas, el macizo, el palmeral, la caravana que navega por este mar infinito de siluetas caprichosas, adquiere el aspecto de un paisaje lunar de perfiles suaves. Hay que cerrar los ojos para grabar esta imagen para siempre...
Baher Kamal
Baher Kamal
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