Las hijas de Afrodita

Cuando, en abril de 1768, el navegante Louis de Bouganville llegó a la actual Polinesia Francesa, la bautizó con el nombre de Nueva Citera en honor al lugar de nacimiento de la Diosa griega del amor, Afrodita. Hoy en día las islas y sus habitantes por sus paisajes y costumbres parecen dignos de la deidad mitológica. . .
Polinesia, el lugar encantado de mares azules y playas blancas, de dulzura líquida y lánguidas tierras posadas sobre el oceano domesticado y enrarecido de la laguna, comienza a fascinar con su montaña, con su paisaje inesperado, aparecido extraordinariamente en medio del mar, lejos del mundo. Un día este rincón del Pacífico, plano e inmóvil, estalló. Fuerzas inmensas se desencadenaron y una ingente cantidad de material surgido de las profundidades incandescentes de la tierra se fue acumulando y consiguió salir a la superficie, salpicando de nuevas tierras un trozo de mar tan grande como Europa. Despues, en torno a cada isla, pacientes colonias de coral, comenzaron a construir muros, milimetro a milimetro, cada año durante millones de años, hasta encerrar aquellas islas dentro de sólidos recintos que saben debilitar la fuerza del oceano y proteger la tierra con una laguna circular.
Lucio Valetti




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