Ya empezando por el nombre, de este lugar tan especial, todo me gusta. Evidentemente el nombre, referente al enclave tan fantástico donde se encuentra, podría tener una doble interpretación para aquellos que con una mente "perversa" como la mía piensan siempre en los aspectos positivos de la vida: "ser un golfo y además del Norte".
Llegar a esta tierra costera (Bizkaia), llena de contrastes, rica en matices y cromatismos, donde se combinan villas costeras y tradicionales con playas salvajes y entornos naturales muy bien conservados y de repente, encontrarte con una cabaña de madera, al estilo de los indios y vaqueros, que se presenta ante tus ojos con una calavera y a la que se accede por una pequeña escalinata hecha malamente con peldaños también de madera, te hace pensar si sigues en el mismo país o te han trasladado a otro lugar por arte de magia. Sigues intrigado las huellas de otros aturdidos visitantes y te introduces en el lugar sin saber si te vas a encontrar al capitán de un barco pirata que naufragó por aquellas tierras en un ataque a los ingleses o a la despampanante rubia o morena de quién sabe qué lugar para atraer a la desconcertante clientela.
Una vez dentro, el lugar sin dejar de sorprender, te ofrece un pequeño futbolín arrinconado, donde se forman colas para jugar por turnos con los machotes del entorno y que arrinconan aún mas los días de conciertos de grupos de la zona. Y pasando esta zona de ocio, por fín llegas a la barra, sediento de tantas sorpresas, donde preparan los machotes vascos unos maravillosos "copazos", en todos los sentidos. Y en fin, así es uno de mis lugares favoritos de la costa vasca, al que os invito que vayáis si algún dia cualquiera no sabéis que hacer.
María Tello
Llegar a esta tierra costera (Bizkaia), llena de contrastes, rica en matices y cromatismos, donde se combinan villas costeras y tradicionales con playas salvajes y entornos naturales muy bien conservados y de repente, encontrarte con una cabaña de madera, al estilo de los indios y vaqueros, que se presenta ante tus ojos con una calavera y a la que se accede por una pequeña escalinata hecha malamente con peldaños también de madera, te hace pensar si sigues en el mismo país o te han trasladado a otro lugar por arte de magia. Sigues intrigado las huellas de otros aturdidos visitantes y te introduces en el lugar sin saber si te vas a encontrar al capitán de un barco pirata que naufragó por aquellas tierras en un ataque a los ingleses o a la despampanante rubia o morena de quién sabe qué lugar para atraer a la desconcertante clientela.
Una vez dentro, el lugar sin dejar de sorprender, te ofrece un pequeño futbolín arrinconado, donde se forman colas para jugar por turnos con los machotes del entorno y que arrinconan aún mas los días de conciertos de grupos de la zona. Y pasando esta zona de ocio, por fín llegas a la barra, sediento de tantas sorpresas, donde preparan los machotes vascos unos maravillosos "copazos", en todos los sentidos. Y en fin, así es uno de mis lugares favoritos de la costa vasca, al que os invito que vayáis si algún dia cualquiera no sabéis que hacer.
María Tello
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